II
Despierta en su cama, pero algo sale de lo habitual, no trae puesto su pijama, solamente lleva puesta la polera que usó la noche anterior, entonces gira la cabeza y observa que sobre su cómoda se encuentra su pantalón con muchas arrugas y desordenado, algo extraño sucede con Miguel, siendo que siempre es prolijo con su propio orden, se pregunta en voz alta.
¿Qué está pasando conmigo?
Debe ser la mayoría de edad – se responde.
Algo raro anda en él, se toca los labios con la mano, los nota un poco partidos, se los saborea para humedecérselos y se le vienen recuerdos entrecortados de la situación estelar de la noche y vuelve a sentir su corazón latir fuertemente, soltando una carcajada.
¡Cumplí 18 años y me volví más incorrecto, más loco! – sonríe mientras lo piensa –
¿Lo incorrecto? – se cuestiona –
Sí, incorrecto – afirmándolo - ¿Estará dentro de lo normal, o no?
Las dudas de lo que pasó anoche invade la cabeza de Miguel, el cual se queda meditando en la situación por un prolongado tiempo, mirando el techo de su habitación, los pájaros cantando, y el sol pegando en la ventana. De pronto él comienza a reír, al fin y al cabo se siente feliz, algo confuso, pero sin embargo alegre por dentro.
De repente se escucha la voz de la madre
Hijo, ¿Te encuentras bien?
Miguel se puso nervioso, pensando - ¿acaso habrá descubierto algo?, ¿y si David le dijo?, al pensar en el nombre de David, se le apretó el abdomen y pregunta.
¿Por qué mamá?
Es que como siempre te levantas temprano, estaba preocupada – afirma Mirta, con tono de duda.
¿Qué hora es? – grita Miguel
Las 2 de la tarde – Responde.
Un poco asustado se pone el pijama para disimular que no se había acostado como era de costumbre, a su vez, dobla sus pantalones y los puso en orden, suelta una carcajada y visita el baño contiguo, se mira al espejo, su rostro parece un poco cansado, porque se había dormido muy tarde, pero sus ojos claros, brillan como nunca. Se moja la cara, el agua roza su boca provocando en él, una serie de recuerdos que despiertan emociones de Miguel, se toma las manos y se le viene a la mente la imagen de aquellas manos firmes y suaves de su compañero de baile, suspira y se enoja.
¡No puedo estar pensando permanentemente en ello! Yo soy un hombre y estas cosas no deben pasar. Me doy asco. ¿En qué estoy pensando? Me siento invadido – Todos esos pensamientos le llegaron mirándose al espejo.
¡Apresúrate hijo, que el almuerzo se enfría! – Grita Mirta impaciente.
Sí madre, bajo en seguida – Responde Miguel.
Miguel algo ido, baja despacio las escaleras y se divisa la mesa preparada para almorzar. Al bajar a sentarse a la mesa, Miguel se disculpa con su madre.
No te preocupes hijo – Responde Mirta – oye, tu padre llamó, entonces, fui a ver si estabas despierto para pasarte el teléfono que dejaste abajo y no te encontré el pijama puesto, ¿Estabas cansado anoche? – pregunta.
Miguel, un poco nervioso, se asusta y no responde.
No te preocupes hijo, eres mayor de edad y entiendo que por acostarte tarde no te pusiste el pijama, sin embargo, no me enojaré si no te pones el pijama de noche, no era necesario hacerlo a las dos de la tarde. – dice Mirta.
Gracias por tu comprensión, madre.
De nada, ¡ya, siéntate que se te enfriará la comida!
Miguel enciende la televisión para poder disimular lo distraído que está. Sin pronunciar ninguna palabra, le da pequeños bocado a su arroz con pollo. Así como la culpa invade su cabeza, este saborea en silencio cada pequeño sabor, mirando el televisor sin entender nada de lo que está pasando en él. El vapor que emana de su plato caliente lo que produce que Miguel transpire más de lo habitual, esto hace que su atención se concentre en sus manos, las cuales tiemblan porque al parecer estaba más cansado de lo habitual, o simplemente tenía miedo de lo que puede suceder en el futuro. El silencio predomina en la mesa en todo el proceso del almuerzo.
Terminado de almorzar, Miguel se levanta de la mesa, toma los platos y los lleva a la cocina para lavarlos, mientras tararea una canción al azar, lava los platos con felicidad. Una vez finalizada dicha tarea, va a encender el calefón para poder bañarse tranquilo. Toma la toalla y se dirige al baño, sube las escaleras fingiendo naturalidad, se dirige a su habitación, coge ropa interior y ropa de verano, ya que aún se encuentra en el mismo febrero caluroso, mira por la ventana y se cuenta que hay un sol radiante, tan brillante que su brillo hace enceguecer a Miguel.
Después, de todo lo que uno hace la Tierra sigue girando de la misma forma – reflexiona.
Suelta una risotada nerviosa, sin embargo comienza a sentir un ligero sentimiento de tristeza.
Al entrar al baño, se mira al espejo aquella mirada culpable que transmiten sus ojos color miel, una pequeña inocencia se ha apagado, con lo que ocurrió la noche anterior se le vienen recuerdos de David a la mente, y empieza a pensar si él estará recordando y sintiendo lo mismo que Miguel. Reflexionar lo que sucedió en aquella fiesta, en lo bien que bailaron juntos, en el momento de tomarse la mano, en cuanto sus labios se juntaron y se sintió ese ligero palpitar de dos labios nerviosos, tras besar por primera vez a un chico.
¡Basta de pensar en él! – se regaña – Deberías estar pensando en Francisca o ¿se te olvida que también te besó ayer? – realizándose la pregunta hacia sí.
Al ducharse y palpar el agua tibia corriendo en su suave piel, se imagina diversas posibilidades tales como: Francisca y David conversando juntos, o los tres juntos con Miguel, o si su madre hubiese descubierto que David lo flirteaba.
¡Qué horrible, David no se va de mi cabeza! – exclama – No quiero ser gay, no es moral – dice apenado.
Esto es terrible, debo mantenerlo en secreto, hasta que llegue una mujer que me cosquillee el corazón.
Miguel se puso los bóxer, los pantalones y sale del baño, exponiendo su abdomen marcado, a buscar su cámara, luego se pone una camisa con manga corta, sin abrocharla en el medio y se toma una fotografía.
Esta foto la llamaré, “la culpa de un error”. ¿Error?.... ¡sí, error!
Miguel termina de vestirse y comprende que el mundo está lleno de sorpresas y que éste se lo construye uno, teniendo en cuenta que aún le falta mucho para vivir cada día. De pronto se detiene, porque se le ocurre mirar su celular. Ve el contacto “Francisca” junto con el de “David” como números marcados, y recordó que el día anterior, él los tuvo que llamar para que guardaran su número de teléfono, acto seguido, se dio cuenta que tenía dos mensajes de texto uno de Francisca y el otro de David, sintió nervios y una ansiedad inexplicable para leer el segundo mensaje.
“Lo de ayer fue magnífico, sobre todo con el ambiente del aviario, fue como un sueño cumplido y más si fue besar a un chico tan hermoso como tú, la verdad quiero conocerte más, nos podríamos juntar un día, ¿Qué dices?
Atentamente: Francisca”
Al leer este mensaje, Miguel sonríe, sabe que no le gustó el beso, ni tampoco le llamó la atención, ni se sintió cómodo charlando con ella. Sin embargo él sabía que estaba correcto andar con chicas porque todos los hombres que él conocía, menos David, andaban con mujeres, así que estaba pensando en responderle.
Abrió el siguiente mensaje:
“Me gusta como besas, la timidez y tu inocencia me cautivan, pero me siento culpable, ya que te saqué de tus esquemas, al saber que no confiabas en mí y que te resguardas. Me fijé que eres un poco formal y la verdad perdón.
Un abrazo. David”
Vaya, David me comprende mejor que nadie, siendo que nos conocimos anoche – dice Miguel tras leer el mensaje
La frase, “me gusta como besas”, deja a sus sentidos paralizados, porque jamás pensó que él también disfrutó del baile que le dejó un laberinto emocional.
Está bien que se haya disculpado – habiendo pronunciado estas palabras, soltó una risa nerviosa
Le responde inmediatamente el mensaje.
“La verdad, es que sí me sacaste de los esquemas, pero no te sientas culpable, si al final fui yo el que accedió a bailar contigo, la verdad no creo que se vuelva a repetir.
Un abrazo, Miguel”
Después de haber enviado aquel mensaje, se sintió un poco mal, porque creyó que el mensaje escrito fue un poco frío.
Al parecer, pensar demasiado me hace mal – se dice Miguel – mejor saldré un rato a ver a Joaquín.
Miguel baja las escaleras y su madre, que estaba en el comedor, le dice:
Te demoraste mucho en el baño y eso es poco usual en ti –
Es sólo que tengo sueño, no te preocupes – dice Miguel – iré a ver si está el “Juaco” en su casa.
Verdad que te acostaste tarde – dice Mirta – ¡Dale mis saludos!
Éste asiente con su cabeza y sale de su casa, aunque la temperatura descendió unos grados, el calor es sofocante de igual manera. Son las cuatro y media de la tarde y el aire refresca el rostro de Miguel, dándole suaves caricias para relajar su rostro del calor inminente. Esta brisa lo motiva a sentarse en la acera antes de visitar a su amigo, mirando la calle, aireándose para que retoque cada uno de los poros de su delicada piel.
Aquel momento ideal para seguir dándole vueltas al asunto, al punto que comienza a caer una lágrima al asfalto.
¿Qué has hecho? Si yo solo soy un joven tranquilo, ¿Por qué me gustó tanto haber estado junto a David anoche? ¿Por qué aún sigo pensando en él?
A lo lejos, se divisan dos siluetas caminando juntas, éste seca las lágrimas de su cara, puesto que no le gusta que mostrar su debilidad ante nadie, mucho menos a desconocidos. El par de siluetas ya se vuelven dos personas tomadas de la mano, Miguel sostiene la mirada observando con detalles la situación. Dos hombres atados con sus dedos, uno delgado y el otro de contextura media, ambos utilizando poleras sudaderas y pantalones cortos, no se percataron de aquella presencia que los miraba con tanta atención. El más delgado al parecer era más joven que el otro, lo distinguió por unos rasgos faciales, aunque era probable que él cayera en un error por estigmatizarlos.
A unos metros de donde se situaba Miguel se encontraba aquella pareja, esta se abraza con pasión y se besan mutuamente como si no hubiera mañana, bajo el mismo aire y el mismo cielo que él, unían sus esencia, a través de la chispa que despertaban sus labios al chocar y producir un sonido único que reconocía cada miembro de aquella pareja. Acto seguido de aquellos besos, recomienzan su paso calle abajo, como si ese encuentro nunca hubiese pasado.
¡Todo el mundo está en mi contra! – exclamó el chico – al parecer suceden “anormalidades” en todas partes – comenta entre dientes.
Sin embargo, no podía quitarse la suavidad de las manos y los labios esponjosos de David comparables con algodón de azúcar, por lo dulce que se sentían al probarlos en aquel momento. El corazón comienza a latir fuertemente a tal punto que su cuerpo entró en un estado de ansiedad, decide tomar el teléfono y llamar a David.
El sonido típico del teléfono agravaba su estado ansioso, cuando de pronto se escucha la voz de David, aquella voz suave hizo que Miguel le sudaran las manos y se le apretara el estómago. Su voz se notaba tranquila, el emisor de la llamada se puso tan nervioso, que decide cortar sin pronunciar ninguna palabra.
No pudo alzar la voz, o emitir un pequeño sonido ya que este no tenía nada preparado, ni siquiera un pretexto para encontrar una conexión y tener una conversación fluida, necesitaba al menos un ensayo para encontrar seguridad en sí mismo y atreverse a volver a hablar con él, para poder hablarle algo distinto de lo que pasó en aquel momento.
En eso vibra su celular, le ha llegado un mensaje:
“¿Qué pasó, te encuentras bien?, me dejaste preocupado con tu llamado. David”
Rápidamente late el corazón de Miguel ante el mensaje recibido.
“La verdad no me pasa nada, solamente estoy algo confundido, por lo que pasó anoche y la verdad me gustaría, si no te molesta por supuesto, juntarnos a conversar, pues no me quedó la mejor imagen de ti, también necesito que me aclares algunas dudas. Miguel”
Miguel con muchas preocupaciones, preguntas y miedos, envía el mensaje, el cual demora en ser respondido. Éste comienza a dudar si le llegó el mensaje correctamente o tal vez David duda en responder, quizá el mensaje escrito pudo espantar a su nuevo amigo. El sonido de su celular lo calma, al mirarlo se da cuenta de la respuesta de David.
“Ok, me parece una gran idea, además así continuamos, solo dime el lugar, fecha y hora y ahí estaré. D.”
“Nada de besos David, puesto que la última vez me dejaste muy pensativo ¿te parece en el cerro San Cristóbal, mañana como a las cuatro de la tarde? M.”
“Ja ja, ok, pero no te prometo nada, nos vemos allí, un abrazo. D.”
¡Mmm!, un abrazo – piensa Miguel – le robaría uno yo jeje.
¡Ah!, debo dejar de hacer dos cosas, la primera: Dejar de hablar solo; y la segunda: Dejar de pensar en David – dice Miguel
Se levanta de donde estaba sentado, se dirige donde Joaquín, para saber qué trama para hoy.
Habiendo llegado donde su amigo, decide llamarlo a su celular para que éste le abra la puerta. Joaquín sale con su pelo graso, lo que evidencia que la ducha no acarició su cara esta mañana.
Hola Miguel, ¿Cómo estás?, ¿Por qué traes esa cara?
¡Ja!, hola Joaquín, mi cara, es de trasnoche, nada más - Responde Miguel – Y tú, ¿cómo estás?
Bien, con resaca, lo único que me acuerdo de anoche, fue el pastel y las velas, porque lo de más al parecer fue borrado por los vodkas, el ron y aquel tequila que se destapó al finalizar la noche, creo que no volveré a beber tanto.
¡Jaja!, la verdad tomaste bastante y ¿te acuerdas de David? – pregunta malintencionadamente Miguel
¿Quién, el amigo de Susana? – Pregunta con exageración y duda
Sí el mismo – afirma.
¡Jaja!, sí, algo recuerdo de él, parece que su “arrocera ardía con pasión”
Miguel riéndose de la expresión de su amigo responde:
Sí, de hecho no quitó la vista de ti en toda la noche, observaba tu embriaguez – Bromeando a su amigo
¿En serio?, ¡no te creo! – exclama
Sí, si la verdad la última vez que los vi, estaban muy juntitos charlando
Joaquín con cara de preocupación queda en silencio por unos buenos minutos y dice:
No sé, lo único que recuerdo es de mi gran borrachera.
Miguel y Joaquín, siempre se han bromeado mutuamente, esto se debe a la gran confianza que han construido durante el paso de los años, puesto a que han crecido juntos y han compartido gran parte de la infancia juntos, siendo cómplices de las travesuras que realizaban cuando eran unos infantes y han vivido procesos que terminarían con cualquier amistad menos la de ellos, ya que el lazo que ellos tienen es inquebrantable. Existen momentos en sus respectivas vidas en las que no tienen tiempo de visitarse, sin embargo, siempre prevalece el lazo paranormal de sentimientos compartidos, de pasos y respiración que a veces parece sincronizada. Un amor fraternal entre dos que se llegan a considerar hermanos de diferente sangre. Algo digno de atesorar y de recordar como la gran perla de sus corazones.
¡Oh, compadre! – Exclama Joaquín – me llamó Johanna, al parecer quiere que nos juntemos, para seguir conociéndonos pero me pide que vaya contigo, porque ella irá acompañada de la Francisca, su amiga, ¿te acuerdas?
Sí – afirma Miguel
¿Entonces, quieres ir con nosotros?
La verdad tendría que pensarlo, pues me estoy quedando sin dinero y no es la idea que utilice o pida plata a mis padres para cosas que no son mi prioridad.
Joaquín comienza a insistir para convencer a Miguel para que lo acompañe a seguir conociendo a las niñas, puesto que él demostraba cierto interés en Johanna; dado a que jamás había logrado un contacto efectivo con alguna mujer.
Después de tanta insistencia, Miguel decide decirle que sí, puesto que terminó tomándola por exceso de interés de su amigo.
¡Ja! ¡Qué tonto soy!, estamos conversando afuera, ¡Qué poco cordial que soy! Adelante, pasa.
Joaquín invita a pasar a Miguel, que sonríe y acepta, ambos entran a la casa.
Dentro del hogar, esta todo desordenado; sobre la mesa, en el suelo, en los sillones, no existe nada que esté en su lugar. Se puede observar una capa delgada de polvo en los muebles y el suelo de cerámica, simplemente no hay brillo, hay rastros de manchas las cuales demuestran que algo se había derramado algunas horas antes que llegara Miguel.
Te apuesto que estas solo. – Dice Miguel
Sí, ¿Cómo lo supiste?
¡Por el desorden! – en tono sarcástico, entre irónico y burlesco (como acostumbran a relacionarse) luego suelta una carcajada.
Es que con la resaca me da flojera ordenar; aunque tengo que hacerlo, porque llegará mi madre y me regañará, porque siempre me exige que por lo menos tenga una casa habitable para ella.
Pero tranquilo, si quieres te ayudo a limpiar y ordenar este lugar.
Joaquín acepta la ayuda de su amigo, encendieron música de gustos comunes. Como ambos se criaron como hermanos, adoptaron gustos bastantes similares en distintos ámbitos como: gustos musicales, pensamientos, frases típicas de ambos, secretos, gestos, gustos de vestimenta, algunas afinidades y algunos hábitos.
Terminando de asear la casa de Joaquín, ambos se sentaron en el sofá. Él le pregunta a Miguel.
Entonces, ¿me acompañarás?
Sí, pero, ¿Cuándo?, ¿A qué hora? y ¿Dónde?
Mañana, en el cerro San Cristóbal, como las 3 de la tarde. Total, no creo que tengas algo que hacer.
Miguel guarda silencio, se le viene a la mente la imagen de David, traga un poco de saliva y con los puños apretados, niega con la cabeza diciendo que no tiene ningún compromiso.
Genial, muero de ganas por volverlas a ver, de hecho, me dijo que nos juntáramos hoy, pero, ando todo sucio y tenía que limpiar la casa porque estaba hecha un desastre, además de la resaca que no la aguanto. Un amigo me dijo que con estas bebidas con electrolitos, me ayudaría o también, comiendo algo con mucha azúcar. ¿Acompáñame a comprar?
Vamos.
Espera a que me ponga las zapatillas.
Miguel no se había percatado que su amigo anda descalzo, sus pies están negros con la suciedad del piso. De pronto se escucha el calefón, Miguel asumió que Joaquín se estaba dando un baño.
La espera fue un micro infierno existencial para su mente, pues, el hecho de saber que se juntará con David para volverlo a ver y aclarar todo. Por otra parte, él cree correcto ver a Francisca, ya que buscar a una mujer era lo que tenía que hacer, por sobre la idea de andar besando a hombres. Además, tenía la mente en su amigo, que estaba entusiasmado con seguir conociendo a Johanna.
Prácticamente sigue siendo el niño de siempre.
Joaquín bajó con el cabello humedecido, su piel más brillante y con otro semblante, da la impresión que la ducha aportó con un sentimiento de seguridad en él.
¿Te costó mucho encontrar las zapatillas?- dice Miguel con un tono de broma.
¿Me demoré mucho?; lo siento, decidí darme un baño porque saldremos a comprar.
¿Y de cuándo te bañas para ir a comprar una simple botella con agua?
Hay que hacer cambios en esta vida “Miqui”, ¡mejor vamos!
Miguel acepta soltando una carcajada provocada por las palabras de su amigo.
Ambos salieron de la casa y fueron al almacén del barrio, en el camino fueron conversando de historias pasadas de ellos. Llegaron al almacén a comprar el agua. Joaquín, le compró una a su amigo también para capear el calor que estaba bastante intenso.
Volviendo a casa, Joaquín se siente mejor luego de haber bebido su agua, tomado una ducha y haber conversado con su amigo. Ambos se pusieron a jugar en la consola de Joaquín y ambos compartieron largas horas en la habitación del dueño de casa, ubicada en el segundo piso de la casa. El cuarto, está muy desordenado, tenía una gran pila de ropa sucia acumulada en el rincón, a los pies de la cama. Para jugar más cómodamente, Joaquín apartó unos papeles y cuadernos que estaban encima de la cama y los tiró sobre la ropa sucia. La luminosidad de la pieza es muy escasa porque las cortinas son de color azul marino y al joven le gusta tenerlas cerradas, para que el tiempo parezca pasar más lento. Sin embargo las paredes están pintadas de blanco con poster de mujeres en bikini en diferentes contextos; playa, comercial de cerveza, al lado de una palmera, metida en una piscina y una imagen heroica de una mujer vestida de gladiadora. A Miguel no le importa como su amigo tiene su habitación, solamente le interesa pasar momentos de calidad con su mejor amigo.
De pronto, se escucha la cerradura de la puerta. La madre de Joaquín entra con cara de agotamiento, mira el estado del interior de la casa y una sonrisa se esboza en su boca al ver que el aseo está como a ella le gusta.
¡Apuesto a que está Miguel! – Exclama la madre.
¡Sí! – Responde Joaquín.
Se nota, la casa está limpiecita; ¡deja de explotar al “Miqui”!
Tranquila, él se ofreció – Responde Joaquín.
¡Mentira tía, el me obligó! – Bromea Miguel.
¡Hola Miguel! – Grita la madre, la próxima vez, que este niñito te obligue a hacer el aseo, pégale un “charchazo en el hocico” – Ríe la madre.
No lo haré, tía, no se preocupe – Responde riéndose.
Chicos, ¿Compraron pan?
Los amigos se miran con cara de preocupados y ambos contestan que no.
¿Y qué estás esperando hijo?, ¿Qué te pague por el encargo?, vayan en seguida que llegué muy hambrienta.
Ambos asienten y deciden ir a comprar, apagan la consola y bajan rápidamente, le dan un beso en la mejilla a la madre de Joaquín, tomaron dinero y fueron a realizar el encargo, riéndose de la situación y del pedido de la madre.
Saliendo a la calle, el crepúsculo indica lo difícil que será encontrar pan, sin embargo, ya saben dónde comprarlo, con la experiencia obtenida en el cumpleaños de Miguel. Ambos van muy alegres caminando por la calle, disfrutando los agradables atardeceres del verano. Llegando a la panadería les atiende una señora muy amable.
Buenas tardes hijos- dibujando una sonrisa en su rostro.
-Mamí- murmulla Joaquín, muy bajo, de tal manera que la amable mujer no se diera cuenta del mal chiste, pero si Miguel que suelta una sonrisa muy tentadora para la risa inminente.
Hola, me da …. – Joaquín se queda pensando y le pregunta a Miguel- ¿Cuánto pan me encargó mi vieja?
No dijo nada, pero piensa en algo lógico que la señora espera tu pedido- Responde Miguel.
Emmm… 7 pancitos surtidos - Le contesta a la señora.
Ok, ¿Hallulla o Marraqueta?
Ayúdame Miguel, le susurra al oído
¡Oh amigo, siempre tan indeciso! Surtido por favor.
Los jóvenes se ríen de las estupideces y la indecisión de Joaquín.
-¡Cada vez me sorprendes más!- Exclama Miguel.
- Te quiero amigo jeje- Ríe Joaquín.
La señora le entrega el pan y le cobra $680 por su pedido.
-Muchas gracias que tenga un excelente día- Agradece Miguel.
- A ustedes- Soltando una sonrisa.
Ambos se van de la panadería contentos por el momento pasado y bromeando por lo sucedido, ya que no es primera vez que es Miguel el que toma las decisiones por su amigo, pues para comprar, él siempre titubea.
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