viernes, 20 de mayo de 2022

Fragmento 11. La chica del Jazz.

... Llegué al festival de Jazz. El ambiente fiestero se unía con leve aroma a libertad, luces por doquier iluminaban los carritos de comida y cerveza artesanal. Fui con la esperanza que iba a ser una noche tranquila. Poco a poco fui teniendo antojos de comerme un sandwich de carne mechada con queso y compré una cerveza para probar el producto artesanal de la zona, mientras, a lo lejos se escuchaba el bajo en combinación con la batería. Disfruté cada bocado y cada sorbo de lo que compré mientras festejaba con mucha dicha, el momento único que me puse a vivir. Una vez, terminado mi pancito decidí ir hacia las gradas, para disfrutar del show que tenian los invitados al festival. Noche típica en San Bernardo, es decir, la clásica brisa fria y humedad ambiental precisa para vestir un chaleco de lana.

Comienzo a subir la grada, y me siento en la fila más alta, la quinta para ser exacto. Comencé enredarme en la música, es genial como los instrumentos conversan al compás clásico del jazz urbano. Al lado mío una mujer se me acerca y me pregunta, si estaba sólo o estaba esperando a alguien, entonces respondo que me atreví a venir solo, pues, mis amigos no tenían tiempo ni ganas de distraerse a ver un poco de jazz. Acto seguido, le devuelvo su pregunta inicial, ya que nadie se atreve a preguntar por la soledad del otro sin estar solo primero. Efectivamente, la joven estaba sola, así que nos pusimos a hablar sobre lo cotidiano de un festival de jazz, es decir, temas directamente relacionados con la noche, la organización y la música. 

Terminó la banda que tocaba al comienzo, póstumamente sube un pianista, quien se posiciona en un piano de cola. Comienza con una cancion lenta. Al parecer la mujer a mi lado le pareció conocida. Poco a poco se comenzó a acercar a mí, y me abrazó el brazo, y empezó a acariciar mi chaleco. La miré de soslayo y le vi un pequeño riachuelo rozando si cara, pues al parecer, sus recuerdos se despertaron con el suave masajeo de las teclas del pianista. Vi que ella necesitaba que mi brazo estuviera ahí, pero no quise cruzar palabra alguna, no queria forzar a que me hablara por la sencilla razón, que ambos queríamos escuchar su canción.

La canción daba para recorrer muchos momentos, así que imaginé por lo que estaba pasando, mi mente comenzó a simular su situación, pasando por pasados amorosos nefastos, historias familiares, felicidades eternas y significativas entre otras. 

Terminó la cancion, ella me suelta el brazo, se seca las lágrimas, me pide disculpas y se retira del parque. Nunca más supe de ella, disfruté del ultimo sorbo de mi cerveza y me quede un rato más...

Agnadhi du Anghi 

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