1: ¡Aló, buen día!
2: holi, ¿cómo estas?
La voz de la persona se hace conocida, se me viene alguien especial a la mente, pero me cuesta creer, por unos segundos, por la cantidad de tiempo que dejamos de hablar y nos alejamos recibir dicha llamada.
1: ¡Álvarito, tanto tiempo que no escuchaba esa voz tan agradable! Exclamo feliz.
Álvaro: Siii, como has estado "Tebita", ha sido demasiado tiempo, es verdad.
Esteban: ¡sí los años vuelan!, pero que rico de verdad volver a sentir tu voz, yo he estado bien; comenzando otro sabado de compras aseo y orden jaja. Y cuéntame tú, que has hecho todo este tiempo.
Álvaro: han pasado muchas cosas, desde la última vez que nos despedimos, terminé mi carrera, no tengo novio hace dos años. Decidí dedicarme a lo académico y laboral para poder finalizar algunos proyectos personales. Justo hoy viajaré a Santiago y decidí llamarte para saber si quizá querías verme. Te llame con miedo, pues nuestros términos no fueron los mejores, entonces imaginé que me ibas a mandar a la mierda.
Esteban: jamás te mandaría a la mierda, sobretodo después de todo lo genial que vivimos en su momento. Las cosas no se dieron por las circunstancias en que comenzamos a relacionarnos. Siempre lo entendí así. Aún así, siempre te recuerdo con cariño. Me gustaría juntarme contigo, dime a qué hora llegas y te voy a buscar para que nos juntemos a conversar, como nuestro primer encuentro.
Álvaro: Genial, yo estaría llegando allá como a las tres y media de la tarde. Estaré muerto de hambre, así almorzamos algo.
Esteban: Entonces te veré en el terminal de buses, añadiré tu número para poder organizarnos mejor.
Álvaro: ¡Genial, nos vemos!
Esteban: bye!
Al cortar el telefono, me giro hacia a la izquierda en la cama, y se vinieron todos esos recuerdos tan lindos con Álvarito, estiro el brazo y otra vez no había nadie a quien abrazar. Me reí, y al imaginar volverlo a ver, fantasié en volver a hacerle cariño en la espalda como los viejos tiempos. Me levanto de un salto, sin pensar en nada. Me pongo a ordenar y limpiar rápidamente, y me arreglo y ducho, afortunadamente, justo tenía ese mismo perfume que usé la primera vez que nos vimos.
...
Ansioso en el terminal, para esperarte. Mi cabeza simulaba muchas posibles realidades, la que me esperanzaba era la probable, que llegarías nuevamente para verte. Yo como siempre, guardándote sopresas en mi mochila, y con todas las ganas de volver a atenderte. Veo entrar al bus al terminal, el cartel que dice Santiago y la hora de salida que coincide con la hora de salida que vino de Valparaíso.
Te bajas del bus, más hermoso, más radiante, con cara de cansancio, también un nuevo rostro de experiencia, faz de vida y luz en tus ojos al verme. Tu mirada penetrante, me hizo revivir todas las veces que te volviste mi cronos, quien con una mirada solemne, detenías el tiempo mientras yo me perdía mirando por la ventana de tu alma.
Tu característicos rulos brillabam al sol, tus ojos color miel, endulzaban ese sábado lleno de ansias y alegrías de nuestro reencuentro más maravilloso. Nos saludamos, te abracé como si solo hubiese pasado 1 día de nuestra despedida, y no cinco años. Comeremos en un lugar que siempre quise invitarte, donde venden sushi libre, ya que siempre fue tu favorito. Tu sonrisa brota de tu boca, como si fueses un dios creador del jardín del Edén. Mientras caminamos conversando de nuestros caminos separados, yo saco la primera sorpresa que tenía para ti, agua fría. Tus ojos se achinaron de ternura y me lanzaste esa mirada que me estremeció durante nuestra época juntos y me sigue conquistando de nuevo.
Almorzamos rico sushi y yo te pido tu bebida favorita: un mojito frutilla con extra limón y sin menta. Al hacer la petición te sorprendiste por recordarlo y me tomaste la mano, agradeciendo por nuestra cita. Otra vez tenías miedo, de ser mal compañero, pero yo te aseguré que eras lo mejor que me estaba pasando un sábado. Estabas convirtiendo un día cualquiera en un panorama.
Entre risas y carcajadas como los viejos tiempos, decido que es el momento de darte mi sopresa. Antes de salir de casa, abrí un cajón donde guardé una foto que imprimí. La de nuestra primera cita. La saco de mi mochila. Y le digo:
"Alvarito querido, estoy amando mucho que después de 5 años, sigamos teniendo esta complicidad y conexión. Es por esto, que quiero darte un regalo. Esto lo guardé con cariño desde que decidiste desaparecer. Pues, fuiste mi mejor cita y mi mejor compañía durante esos meses de mi vida. Guardé esta foto, para inspirarme en seguir, y siempre recordarte con cariño y poder cumplir mi promesa, de siempre estar para ti, pase lo que pase. Casas tengo varias, pero hogar siempre tuve uno. Contigo realmente me siento libre y lo comprobé con nuestro reencuentro".
Al darte la foto, brincas de alegría y te emocionas, lloras y me pediste perdón por haberte portado mal conmigo. Yo nunca lo consideré así.
Al ver la hora, me di cuenta que era tarde. Te pregunté que hasta cuando te quedabas. Me dijiste que por unos días. Así que te ofrecí mi departamento que siempre tuvo espacio para ti y tus gatos y mascotas. Justamente, me hablaste de establecer una vida en Santiago y yo te ofrecí la estadía definitiva.
La cual, esta vez aceptaste sin la presión de aquel pasado.
Agnadhi du Anghi
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