Sobre un cerro

Al fin en soledad... Sintiendo el aire en la cara, sereno al disfrutar de la naturaleza que se armoniza en un equilibrio único, ésto me hace pensar en la integridad y el equilibrio de nosotros mismos. La complejidad de lograr un punto central entre nuestros hábitos, actitudes, rasgos, personalidad, es alta a medida que vamos creciendo y vamos tomando costumbres en busca de nuestro bienestar emocional.

 Lo que importa es este hermoso momento, sentado sobre la cima del cerro, donde observo atentamente el comportamiento humano esta mañana, todos asustados por llegar a la hora a sus respectivas responsabilidades, todos pensando en un fin de semana inminente, o en sus póstumos días libres, pensando en sus panoramas programados o tal vez con vivos recuerdos de hechos importantes en los micro mundos e cada alma que vive en esa jungla de concreto, inserta en el sistema matinal.

 Levanto aun más la cabeza, los primeros rayos de sol iluminan mi rostro, aquel momento invaluable que me regala esta cumbre de cerro. Ese sol que se asoma lentamente entre medio de la cordillera de los Andes, aquella majestuosa cadena cordillerana, centinela de mi querido y espléndido país, Chile (me refiero a "espléndido" por la naturaleza que habita en él).

 El sol ilumina mus ojos, haciendo que mis pupilas se contraigan por su luminosidad, hace que retire mi vist de frente y me obliga a contemplar la maravilla de lo que me rodea; árboles nativos, también litresm boldos, hermosos eucaliptus, bellas flores que están naciendo en esta época primaveral, misma era que refleja el renacer de la vida, aquella vida maravillosa en este mundo inexplicable...

 Se me vuelve a meter a la cabeza la idea de equilibrio levanto otra vez la mirada pero ahora tapo el sol con la mano para que no me es escandile, veo la ciudad y me da la nostalgia, comienzo a sentir que el humano se pasó de la cuenta, ha cargado demasiado la balanza y ha destruido lo natural, colocando estas asquerosas construcciones, edificios e industrias que ensucian esta brisa que acaricia mi rostro matinal, mis lágrimas empiezan a caer por toda la sangre animal derramada para que estas bestias poblaran, sangre que todavía se desparrama y se pierde, ¡Cuántos gritos desesperados de dolor de la naturaleza!, y todos han sido en vano porque seguimos haciendo el daño, continuamos enfermando a la tierra, siendo un maldito virus que no tiene antibióticos. Cada vez más les faltamos el respeto a nuestra madre tierra, contaminamos el aire y ensuciamos el agua que tenemos el derecho de beber.

 Por mí, eliminaría el dinero y fomentaría la agricultura y la energía natural.

Agnadhi du Anghi