Uno está condenado a vivir consigo mismo, y muchas veces esto generas choques emocionales ocasionados por la incansable búsqueda de lo utópica perfección haciendo cambios que nos incomoda en vez de simplificarnos el duro camino que significa la vivir diariamente. Estos cambios se generan en consecuencia de los agentes externos, para poder tener una óptima convivencia con ellos. Pero ¿de qué sirve llevarse bien con el entorno si no somos capaces de respetarnos como personas vivientes de una sociedad?. No sirve de nada, ya que la conformidad primero empieza con mantenerse en armonía con lo que uno es y lo que siente ante cualquier factor que nos puede afectar. Es decir tener la capacidad de auto-conocerse y auto-definirse como corresponde. Para lograr esta capacidad, debemos ser auto-críticos (de forma objetiva) y auto-observarnos, haciendo un auto-análisis psicológico. El primer paso puede ser conocer nuestra estructura momentánea (o sea nuestros hábitos y costumbres diarias, gustos, elecciones, prejuicios, juicios, etc...), de una manera llegar a nuestra esencia para tocar nuestro núcleo y verificar quienes de verdad somos y lo que realmente deberíamos demostrar y no escondernos tras máscaras que ocultan y opacan lo que sentimos y somos. Ocultarnos es como sentir vergüenza de nosotros. Hay que perder el miedo de mostrar nuestra esencia, así esta crecerá y brillará hasta que nuestra aura se mezcle y podamos llegar a ser seres completos y diversos unos con otros, aprender a integrar los defectos con las virtudes, y ser alguien importante que brilla autónomamente. Para luego contagiar la plenitud con seres que aún no comienzan a ser auto-críticos.
Aquí es donde se presentan los pensamientos negativos y positivos. Cada persona tiene color base el cual pierde tonalidad con la negatividad de nuestros pensamientos, sin embargo se hace más fuerte y potente si pensamos positivamente para juntarnos con más colores y crear una obra maestra y tener armonía y significado único.
Agnadhi du Anghi
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