El desafío de trabajar online, comenzó con mucho entusiasmo y energía. Pero se fue desinflando al ver los numeros de contagios y la gente muriéndose. Eso sumado, a las incontables horas frente a un computador, haciendo clases, planificando y estudiando un posgrado que demandaba energía y a la vez tiempo.
La recreación se volvió un panorama inexistente y a su vez, la soledad y la ansiedad comenzó a invadir la libertad de los pensamientos. Terminar a las 12 de la noche de planificat y prepararse para un nuevo día totalmente nuevo e impredecible y despertar temprano al otro día, me convirtió en un esclavo se las responsabilidades.
Además, a falta de la tradicional actividad fisica que conllevaba la rutina, mi cuerpo tambien sufrió cambios significativos, la alimentación había cambiado y algunos hábitos también. Los amigos, concentrados en sus cosas, no tuvieron el mismo apoyo que tenían presencialmente, todos ellos cuidándose de no contagiarse y ser cómplices de otra muerte más a los números que presentaban los matinales.
El tiempo libre que se podía rescatar, se transformaba en más soledad y reflexión sobre como las cosas del pasado atacaban, dado que en la situación ni el futuro ni el presente eran viables. Los fin de semanas solitarios invadieron y la tristeza de ser un esclavo del hogar no se podía pasar. Era fome mirar el teléfono y no ver ningún mensaje, ningún saludo y ningún buenas noches. Era triste, pasar la pandemia solo, abrazando la almohada y tratar de soñar en algo positivo.
De todas maneras, igual conocí a un par de personas que valieron la pena. Personas que también, estaban viviendo la soledad. Dicha emoción compartida se pudo establecer un lazo amistoso diferente, en el cuál se transformaba en compañía mutua en esas noches de insomnio producidas por la incertidumbre del momento.
De todas formas, las circunstancias de no conocerse en persona hizo que nos alejaramos y yo volviera a una soledad inminente.
Días libres no tuve, y para qué hablar de vacaciones. Si no era preparar mi tesis de posgrado era trabajar largas horas sin parar. Aún siento que hay mucha pandemia. Y es porque nuevamente me siento solo mirando el techo de mi habitación.
Agnadhi du anghi
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