Se mueve de lado a lado del escenario; el público, enmudecido por su talento y dedicación, observa atentamente la interpretación corporal que hace de la canción, la madre del joven moja su ropa con la suave llovizna que brota de la perla de la ventana del alma, al ver esa contagiosa alegría demostrada en la pista. Su padre se ausenta como el fuego recién acallado, aquellas llamas que queman el alma del niño, pues siempre quiso que su hijo fuese alguien con una profesión dedicada a una oficina o de la construcción y desarrollo del país.
Sin embargo el niño, olvida sus heridas, sus miedos porque la música no para y sus pasos excepcionales rellena su corazón, y lo lleva de esa pasión fogosa de interpretar todo lo que los tenores no supieron explicar...
Agnadhi du Anghi
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