martes, 17 de junio de 2014

Sicario

Otro día nuevo, vagando por la calle como siempre, en este momento está escaseando el trabajo. La conciencia es para los cobardes, solamente me importa el dinero, mientras que nadie sepa lo que hago, todo marchará bien. Y así nadie sospechará del monstruo que cargo conmigo, de la oscuridad misma que puede llevar mi trabajo.

¡Ring!, suena el teléfono, es otro trabajo, ¿su nombre?... No me importa, si es el dinero de trasfondo el que me interesa, solo es trascendental los lugares que tiende a transitar, me acerco al área del trabajo, la encuentro, y creo un instante casual para así intercambiar un par de palabras, me hago el desentendido y el desorientado, le pido una dirección y le digo que vengo de un pueblo austero y amable, para que ella me tome confianza, le digo que estoy sin casa porque fui estafado de una empresa de inmobiliaria, si tenía una habitación para que pudiera pasar solo una noche.

Nunca pensé que esta señora fuera tan confiada, me ha dejado entrar a su casa, sin ningún miramiento extraño parece que se ha tragado la historia que le conté con ese tono de veracidad. Le doy las gracias a la señora, y con cara dulce le doy una mermelada que compré antes de encontrarme con ella, y le digo que es casera, ella encantada la refrigera, le digo que es de moras, ella esboza una sonrisa y dice que es su favorita.

Pone el hervidor para tomar once, yo con mi cara dulce me ofrezco a servirle, ella acepta, porque al parecer hace tiempo no sentía cariño, en eso suena mi teléfono... Es mi jefe, debo contestar, le pido permiso a la dama, y salgo para hablar privadamente, él me da las razones de porque trabajar, además hablamos de dinero. Le corto y vuelvo a entrar a la casa, supe que ella es una empresaria que abusa de sus trabajadores, pero ¿por qué me estará atendiendo?. Ella me cierra un ojo y me dice que me encuentra atractivo y me hace la invitación que después de once vendrá el postre, yo le sonrío y finjo nerviosismo pero en realidad los sentimientos en mí no existen, ella destapa la mermelada, la preparé con amor le comento, pero yo soy alérgico a las moras, ella sonríe y dice, "a mí me encanta", unta en el pan la mermelada, y entre la conversa ella cae dormida.

Es mi momento de hacer mi trabajo, preparo el espacio propicio para que parezca un accidente, una desaparición o un simple suicidio, es hora de ser lo que soy, lo que me caracteriza, un sicario. Como esto me excita, la despierto, ella esta suavemente amarrada y con mis amarras que no dejan huellas, ella intenta gritar, pero le pongo un pañuelo en la boca, le digo unas palabras suaves para que se tranquilice, siento mi corazón palpitar de emoción, porque al fin otra vez correrá sangre en mis manos. Ella comienza a moverse, yo gozo al ver su desesperación, lentamente comienzo a pasar un cuchillo afilado sobre su vientre, y le pregunto si le gustó mi mermelada, y el postre que le estoy preparando con  mi cuchillo, se me escapa la risa con la emoción del momento.ella se calma, yo me enojo por eso y lentamente le extraigo de raíz la uña de un dedo del pie, ella comienza a gritar, yo alzo los brazos como si hubiera ganado el mundial, disfruto cada momento de sus llantos, le recuerdo que ella maltrata a sus subordinados y les paga miseros sueldos, y también le recalco el sufrimiento de todas esas familias que padecen hambre por su culpa.

Habiendo terminado las palabras, decido darle fin, llegar al cúlmine de mi excitación, provocando la más grande, sí así es la mimísima muerte, tomo el cuchillo y se lo clavo a la altura del diafragma, veo como la hermosa sangre se derrama por mis manos, río mientras ella grita y veo como se va la luz que tenía en sus ojos, clavo y clavo el cuchillo haciendo que ella deje de gritar, la muerte se la ha llevado, y ahora me toca gozar con su cuerpo sin vida, sin dueño sin alma, meto la mano por el tajo o huella que dejo el cuchillo, siento la humedad de los músculos pasar por mis guantes, su calor humano que aún está hace que mis manos entren en calor, como un guatero que calienta. Toco sus tripas, el hermoso olor que emane hace que mi instinto siga descuartizando a esa mujer, alimenta mi deseo máximo cuando toco el corazón.

Preparo él ácido que la desintegra para poder esparcir sus restos entre los cementerios locales, en plena noche donde nadie me vea, veo como la última pizca de adn se desaparece ante mis ojos, y finalizo como un gran trabajo, y me felicito por haberlo hecho. Hago la escena de desaparecimiento, para que la policía la busque y gaste el dinero para nunca encontrarla, en solo pensarlo me río. Salgo con una bolsa, llena entrañas y de restos de adn, y me dedico a lo mío.

Llego con mi jefe, él me paga el dinero y me da otro encargo.

Agnadhi du Anghi

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