lunes, 21 de agosto de 2023

Un viaje diferente

Me despierta mi quinta alarma, después de una corta noche de sueño, el equivalente a una realidad onírica subalterna, cuya realidad se enriquece de sentidos y carece de lógica. El sonido y vibración del teléfono me molesta, porque debo empezar otra vez mi día. Me quedo dormitando un lapso más, hasta que, al fin decido abrir mis ojos. Miro la hora y pienso: "sacrificaré el desayuno en casa, para ganar minutos de descanso", me pongo a ver imagenes y videos en redes sociales, cuando me acuerdo de ti, te saludo por ese medio. Vuelvo a mirar la hora, el frío entumece y el colchon soporta mis días de estrés y cansancio, es un firme respaldo ante mis horas de soledad y de sentimiento de que te extraño día a día. Vuelvo a mirar el reloj, es hora de empezar ese día.

Me levanto con el peso natural de la existencia, que cada día pesa un poco más, me dirijo lentamente a encender el calefont, busco ropa y entro al baño, la relajante ducha tibia espanta las creencias y vuelve real el levantarse un día más para batallar la rutina acostumbrada. La música suena en el parlante, mientras le canto a la vida, imagino que estoy en concursos o conciertos unplug, lanzo carcajadas cada ciertos lapsos, pues pruebo arreglos nuevos con la voz y modifico las canciones. Sé que no suena agradable, pero es un momento tan privado y mío, que lo disfruto bastante, es, en definitiva, un potenciador de energía, el empuje que necesito, incluso mejor que la maldita cafeína. 

Me visto a mi ritmo, me cepillo los dientes, enjuago y los limpio con sutileza, me echo mi infaltable perfume y aplico algunos cosméticos para mantener mi rostros sin "lineas de expresión", coloquialmente conocidas como arrugas. 

Me preparo un pancito y salgo de mi casa. De manera paulatina, mi cabeza comienza a pensar en los pendientes del día y las metas que debo cumplir, sigo esperando tu buenos días, como para compartir mi alegría con alguien y tal vez contarle algún chiste, siempre necesito ese canal de comunicación personal. 

Camino las largas cuadras, sientiendo la helada humedad en mi cara, sin embargo, mi cuerpo entra en calor por cada paso que doy y se suma a la ropa que cargo encima, a veces, pienso que exagero, otras que esta bien. Pero lo más importante, es que no me importa nada, solo quiero un viaje tranquilo. 

Llego a la estación, pago mi pasaje, subo las escaleras que van en dirección al andén, saludo a la persona del aseo, mientras escucho cómo se cierran las puertas del tren cuando voy llegando al andén. Al llegar, veo como lentamente disminuye una figura, en forma de locomotora, se va alejando, como dándome un mensaje de que no debí haber visto ese último "meme". Sin embargo, sé que en 8 minutos mas viene el siguiente, tiempo suficiente para caminar a mi lugar favorito del tren, instalar mis audífonos y mirar el celular para ver si tengo un mensaje tuyo. Lanzo una carcajada de esperanza, pensando en que estas en ese mundo onírico surrealista del cual ya me despojé esta mañana. 
La luz verde del semáforo del tren me indica que viene cerca, lo que hace que me acerque a la linea para tomarlo rapidamente e instalarme en mi asiento favorito junto a la ventana. Las voces del altavoz, indican que hay que tener precaución con el espacio entre el anden y el tren, y me pregunto si alguien se habrá caído por ese espacio. Pienso en gente diminuta y luego me río de mis estupideces, me acuerdo de alguien con ello, pues siempre me dice: si está el mensaje, es porque a alguien ya le pasó. 

Llega el vagón, aprieto el botón que abre la puerta y hay demasiados asientos disponibles, en especial el que acostumbro a usar. Este tren, tiene la maravilla de tener dos vagones que no se conectan interiormente, lo que es bueno. Siempre acostumbro a leer los anuncios del tren, aunque acá no son publicitarios, sino que son de seguridad. 
El tren va a toda velocidad, veo la ventana como si fuese una película, como si la realidad fuese una cinta móvil como la del aeropuerto, donde no sé si es el paisaje el que mueve o somos noso...

Se escucha un estruendo, las vías se alejan del piso, las manillas comienzan a tambalear, y rotan en 90°. Siento un golpe, en la cabeza, gritos de miedo y un peso enorme en mi hombre izquierdo. Abro los ojos lentamente, siento un extraño hormigueo en mi antebrazo. Miro hacia al lado, una señora inconciente se apoya con su ser.

Como puedo, me quito a la señora de encima, todo se ve borroso, no sé que hora es ni el día. Solo el olor a sangre que hay en el tren, la gente gritando de miedo y otros en shock es lo que marca el trauma del momento. Escucho una voz a lo lejos, no logro distinguir lo que dice, en eso siento: "joven, joven"; y yo reacciono y era un señor que me hablaba para preguntarme si estaba bien, y si me dolía el hombro. Lo único que podía pensar, era ese hormigueo del brazo, la señora inconciente que me saqué de encima y lo confuso que estaba todo. 

Me puse a pensar en la razón lógica del momento, miro para mi lado de la ventana, y se vé oscuro, en el otro lado se ve el cielo. Sacando conclusiones, respondo que no me duele el brazo, mientras pienso que nos volcamos, me paro con las fuerzas que me quedan, el señor tenia el martillo de emergencia en la mano, intentó romper el vidrio. Nos tapamos el rostro para que no nos saltaran esquirlas pero sentí algunos cortes en mi brazo que no hormigueaba. 

El señor sale a buscar ayuda, yo intentando hacer lo que pueda para poder salir. Se sienten un tic tac extraño en el momento de querer salir. De la nada, se escucha un extremadamente fuerte estruendo y una gran llamarada se acerca a mi rostro.

Agnadhi du Anghi