La pluma digital abarca mucho, ya no se quedan palabras en el tintero solo en la batería, o hasta que se cae el celular en mi cara porque estoy acostado con mi frente proyectada perpendicular al techo de mi habitación. La baja temperatura invita a taparse, sin embargo, encontré el placer de tener los brazos helados para seguir escribiendo. Al lado mío, el amor de mi vida durmiendo, quien visitó el mundo onírico después de mis masajes, con las mismas manos que afirmo la pluma y describo mi situación actual.
El tic tac del reloj cada vez se empodera del silencio de la pieza, nuestras piernas entrelazadas adornan con un una excelente tibieza en esta noche fría. Al poner atención en el afuera, el reloj cada vez deja la habitación, escuchandose el viento golpear la ventana empañada, las luces que se ven difuminadas que alumbran ténuemente la habitación.
La maldita conexión entre el frío y las ganas de orinar, quiebran el hermoso lazo entre mi amor y yo, yo y mi pluma que se inspira de su compañía me desenredo para ir al baño. A penas me levanto de la cama sus ojitos se abren y golpea la cama para que vuelva. Me acerco y le doy un besito en la frente y le susurro que solo iré al baño. Libera una ligera sonrisa, la que interpreto como un te espero.
Mientras estoy orinando, me pongo a sonreir de lo afortunado que soy al sentirme doblemente acompañado del ser humano más precioso que conozco y de mi pluma digital que me permite inmortalizar el momento.
Me lavo las manos, bebo agua. Veo que vuelve a despertarse, me invita nuevamente a la cama, sin embargo yo le levanto la polera dejándo su espalda descubierta. Instalo sonidos de lluvia en mi teléfono y luego me encremo las manos, para recorrer por completo su cansancio y tratar de hacer magia y transformarlo en relajo. Sin querer me relajo contigo. Veo que te quedaste dormido, tapo tu espalda. Dejo mi pluma y duermo contigo.